Ciudad de México, 4 de junio de 2025. — Una nueva crisis golpea al sector cultural en la capital del país. Al menos seis museos administrados por el Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH) han cerrado sus puertas indefinidamente, sin previo aviso, sin un plan claro de reapertura y, lo más preocupante, sin una explicación directa a la ciudadanía.
Los museos del Carmen, del Caracol y de las Intervenciones anunciaron este miércoles —vía redes sociales y de forma escueta— su cierre “por causas de fuerza mayor”. En tanto, usuarios reportaron que tampoco pudieron ingresar al Museo Nacional de Antropología, el Castillo de Chapultepec y el Templo Mayor, donde simplemente no se permitió el acceso al público.
La falta de comunicación oficial por parte del INAH y el silencio de algunos de estos museos en sus canales institucionales ha provocado molestia y desconcierto entre turistas, investigadores y trabajadores del sector cultural.
Todo ocurre justo después de un cambio abrupto en el modelo de seguridad de los recintos, que dejó en manos de dos empresas privadas —Asistencia y Supervisión S.A. de C.V. y Sistemas Prácticos en Seguridad Privada S.A. de C.V.— la protección de 30 museos en la Ciudad de México y en 26 entidades más. La licitación fue asignada tras excluir a la Policía Auxiliar de la Ciudad de México, que tradicionalmente cumplía esa función.
El INAH justificó su decisión señalando que la corporación capitalina no ofreció “las mejores condiciones disponibles”, pero no explicó por qué esta transición derivó en el cierre simultáneo de varios recintos culturales de alta afluencia, ni qué medidas se tomaron para garantizar la continuidad operativa y la seguridad del patrimonio nacional.
Peor aún, el cierre del Museo Nacional de Antropología ocurre el mismo día en que recibió el prestigioso Premio Princesa de Asturias de la Concordia 2025, lo que subraya el contraste entre el reconocimiento internacional y la desatención institucional en casa.
La improvisación y falta de transparencia por parte del INAH dejan en evidencia una preocupante descoordinación dentro de las instituciones encargadas de preservar el patrimonio histórico y cultural del país. El silencio oficial frente a una situación que afecta tanto a trabajadores como al público general solo profundiza la crisis.
¿Quién responde por las puertas cerradas, las visitas frustradas y el patrimonio expuesto a la incertidumbre? La opacidad institucional y la privatización de funciones clave como la seguridad parecen haber dejado a los museos —una vez más— en el abandono.